Las reservas de oro de Bolivia han mostrado una evolución marcada por fuertes fluctuaciones en la última década. En 2013, estas reservas superaban los 2.200 millones de dólares, pero experimentaron una caída significativa hasta 1.455 millones en 2015, reflejando la depreciación del oro en el mercado internacional.

Entre 2016 y 2019, las reservas se mantuvieron relativamente estables, con ligeros incrementos, hasta alcanzar un nuevo pico en 2020 (2.721 millones de dólares) debido al alza global del oro impulsada por la incertidumbre de la pandemia. Sin embargo, a partir de 2021, el valor de las reservas comenzó a disminuir nuevamente, reflejando la estabilización del mercado y posiblemente ventas realizadas por el Banco Central.

El año 2023 marcó una caída drástica, con las reservas bajando hasta 1.424 millones en octubre, su punto más bajo en el período analizado, lo que podría estar asociado a la necesidad de liquidez del país. Sin embargo, en 2024 se observa una leve recuperación, con valores por encima de 1.800 millones en octubre, lo que sugiere una revalorización del oro o una recomposición parcial de las reservas.

Este comportamiento evidencia la dependencia de Bolivia en sus reservas auríferas como respaldo financiero y la vulnerabilidad del país a las fluctuaciones del mercado del oro.